El Verdolaga, con impulso tras la victoria en Rafaela, recibía al conjunto de Madryn que llegaba sufriendo tres derrotas consecutivas con 7 goles en contra.
Un panorama bastante alentador en la previa, pero que luego en el campo terminó desembocando en un suplicio.
Ferro fue el equipo dominante durante los primeros 20 minutos. Sin ser lo más punzante posible, conseguía arrimar peligro hacia el arco de Temperini.
Repentinamente el trámite ingresó en un pozo donde Oeste no conseguía profundidad y terminaba chocando contra un rival que esperaba paciente alguna equivocación ajena para meter la sorpresa.
Sin encontrar alternativas más que la agresividad de Palacio o los arranques desde las bandas con Grana y Romero, de a poco el encuentro cayó en un pozo del que Ferro solo pudo apenas despertar en la agonía de la noche, a puro empuje con el aliento de su gente y careciendo de inventiva.
En el interín, la visita nos tuvo a maltraer hasta convertir en figura a Miño que sacó lo que era un gol seguro para los patagónicos como también el infortunio de los palos nos negó el grito de desahogo.
Si bien el esquema y los nombres fueron los mismos del resurgir la fecha pasada, no se tradujo en una buena faena ante un público ansioso por festejar en Caballito.
En seis jornadas, la idea primordial de Sara (ser un equipo insoportable) sigue sin traducirse en el campo.
Todavía queda hilo en el carretel para por lo menos meterse en zona de reducido. Pero las oportunidades siguen desperdiciandose y la estampa de protagonista sigue sin asomar.
La existencia de las matemáticas todavía nos permiten creer. Las certezas que brinda el equipo aún son exiguas.
Ante la incertidumbre, la única verdad es la realidad y lo contradictorio del asunto; urgen los triunfos para alcanzar el objetivo pero algo temprano para salir a pedir cabezas.
Tenemos con qué pero tendremos que clarificar el cómo.
DANIEL E. SILVA