
Otra vez fue uno de esos partidos que terminan con la sensación de haber zafado de milagro, pero también mascullando bronca porque se podría haber llevado algo más si no fuera por la típica falta de ideas que el Verdolaga viene arrastrando cada fin de semana. El 1-1 contra Güemes no deja de ser un punto que suma pero tampoco invita a ilusionarse.
El arranque fue directamente para el olvido. Con un 4-4-2 atípico en Grelak, donde Ferro nunca terminó de acomodarse. Si el concepto fue asegurar solidez en defensa, apostar a mayor tenencia o dedicarse al contragolpe, nada de eso se mostró. El equipo siguió estático, sin imaginación, y con los delanteros completamente aislados del circuito. Benegas y Diellos pocas veces conectaban con el mediocampo que directamente so convirtió en un páramo creativo. No hubo presión alta, ni recuperación rápida, ni siquiera alguna respuesta actitudinal.
El rival, tampoco se erigió como un rival de temer, a pesar de haber insinuado un poquito más de ambición por el mero hecho de ser local y al darse cuenta que podía aprovechar las imprecisiones en las salidas de Oeste. Por fortuna, las falencias ofensivas del Gaucho no inquietaron demasiado a Monetti que tuvo que resolver un par de situaciones.
En el segundo tiempo Ferro comenzó mejor con el ingreso de Fernandes Pinto por Campos, con lo que se intentó conseguir mayor presencia en mitad de cancha, pero también resignando algo de chispa y sorpresa que pueda brindar el 10 de Oeste. Los primeros cinco minutos parecieron darle la razón a Grelak, ya que desfiló un mejor juego asociado y el trámite transcurría más en campo contrario. Pero el partido se complicó a los 8 minutos, cuando un penal polémico sancionado por Monsón Brizuela (una hipotética mano de Ramírez), permitió a Monserrat poner el 1-0 para Güemes.
A partir ahí Ferro volvió a flaquear. Fue casi media hora de zozobra, de no encontrarle la vuelta ni anímica ni futbolísticamente hasta que las entradas de Romero y García plantaron un 4-3-3 más ofensivo pero no por ello más creativo. Se intentó remontar la historia a puro empuje, con más ganas que claridad. Y cuando el empate parecía una quimera, apareció Alonso (que había ingresado por Tomasetti) con un certero remate cruzado. Un desahogo y un premio al menos para la vergüenza deportiva.
Durante los siete minutos adicionales, Ferro se dió cuenta que animándose un poco más podía dar vuelta el marcador. Y casi lo logra. Si Alonso no hubiera tardado una eternidad en definir tras el centro rasante de García o el inefable Monsón Brizuela hubiera considerado cobrar penal cuando un arrebatado Oyola lo derribó al Ex-Aldosivi en la misma jugada. No hubo tiempo de más y el 1-1 dejó alivio pero también un sabor casi amargo.
En definitiva, un resultado que suma pero no tapa el bosque. Ferro necesita mucho más que reacción tardía y goles agónicos.
Daniel E. Silva