Las alegrías en estas primeras tres fechas del torneo nos fueron efímeras: el puntito en Jujuy, la media hora inicial frente a Quilmes y un cuarto de juego en Adrogué.
La endeblez de Oeste para sostener una ventaja ya empieza a preocupar de manera temprana. Proyectando lo complejo que resulta esta categoría y a sabiendas que además de lo táctico el carácter suma un gran porcentaje para consolidar las chances de pelear un ascenso, el panorama no resulta alentador.
Ferro tuvo la fortuna de encontrarse a los tres minutos ganando en un reducto difícil como el de Brown, un rival “bicho” y que a pesar de sus limitaciones sabe a lo que juega y cómo lastimar.
Otra vez preso de la confusión y el apuro innecesario, la escuadra de Sara desaprovechó un trámite que se le presentó favorable.
Ni los cambios en la formación titular respecto de la derrota frente al Cervecero modificaron el desbalance de un equipo que falla en la contención del mediocampo haciéndolo permeable a sufrir contragolpes letales y que en defensa no muestra la seguridad necesaria.
El último sábado tampoco anduvo de manera correcta el plan de ataque determinado para una cancha de dimensiones reducidas. Mucho pelotazo para la incansable humanidad de Retamar y pocas luces para doblegar a un contricante flojo y más aún cuando las condiciones del gol tempranero te daban la chance de generar fútbol a través de la paciencia.
Ferro se plegó al nerviosismo de manera inentendible ante un conjunto tricolor cuya única arma fuerte eran las pelotas paradas, algún envío aéreo y no más.
Se sufrió innecesariamente y sin vergüenza a decirlo, no lo perdimos de suerte.
El próximo duelo frente a Estudiantes en Caballito será la vara definitiva para saber a qué apostamos.
Los errores ya los conocemos hinchas, jugadores y cuerpo técnico.
No queda mucho márgen para regalar.
DANIEL E. SILVA