Ferro consiguió un triunfo valioso en Carlos Casares: con mayor influencia y relevancia en lo anímico que en las aspiraciones para prenderse en la lucha por el primer ascenso, ya desterradas en fechas anteriores.
En líneas generales no fue un buen partido y el juego se desarrolló de una manera más especulativa de lo esperado. Agropecuario, con la obligación de ganar para entronarse como único líder de la Zona, tomó posesión de la pelota y una vocación más aguerrida pero sin profundizar demasiado en las cercanías del arco defendido por Avellaneda.
El equipo “sojero” inquietó al verdolaga con un cabezazo de Lazarte que dio en el travesaño, picó sobre la línea y terminó despejando Mazur. No más que eso, salvo algunas aproximaciones y centros que pudieron neutralizarse.
Mientras tanto los de Caballito transitaban el campo de juego con muchas imprecisiones y tanto Ramírez como Bordacahar no lograban explotar en la ofensiva y sin poder alinearse a la manija de un desconectado Chávez. Tampoco el “Murga” Gómez se presentaba en su mejor tarde y todo se reducía a esperar que un pelotazo, un rebote o una pelota parada diera chances para abrir el marcador.
Tras un primer tiempo flojo, el complemento continuó sin ofrecer demasiado, salvo remates aislados del local, y otra ayudita del palo. Ferro seguía tibio, con modorra: como un picadito después de un asado estival.
Lejos estaban los dirigidos por Jorge Cordon de algún merecimiento. Pero el oportunismo de Toloza que había ingresado por el “Chapu”, tras una fugaz conjunción entre Granados y Moreyra, logró la impensada apertura del marcador a menos de 10 minutos de cumplirse el tiempo reglamentario. Y el resto fue solo rezar a la espera del pitazo final de Pablo Echavarría.
Con muy poquito, jugando en “modo a prueba de fallos”, Ferro se trajo una victoria que no despejó las dudas acumuladas pero brindó un alivio para pensar que no todo está perdido y en la reválida, quién te dice..