Ocho semanas atrás me preguntaba ¿A dónde iremos a parar? Ferro perdía con Santamarina en Tandil, continuando una serie de performances opacas, sin idea de juego, alejándose del Reducido, en caída libre hacia el infierno de los promedios y con Orfila finalmente renunciando a la mañana siguiente.
Con Jorge Luis Cordon haciéndose cargo de un barco a la deriva, en la emergencia principal de no tocar más fondo, al hincha nos inyectaban algo de optimismo para encarar la recta final de un torneo que, a vistas de aquel momento, se nos estaba presentando únicamente para zafar de algo peor que terminar navegando en mitad de tabla.
Ocho semanas pasaron dónde se volvió a apostar por el producto de la cantera, dónde se cambió el chip del carácter timorato por uno codificado con el ADN Verdolaga, dónde el “Gordo” poco a poco y más rápido de lo que nuestro herido entusiasmo de décadas nos permitía, puso a Ferro a las puertas de una chance para pelear por un ascenso.
El empate de anoche en Junín frente a uno de los animadores del campeonato, fue una muestra más de algo que pedíamos a gritos durante el Orfilato: que la actitud no se negocie.
Ferro aún sin tener el dominio del trámite y estando dos veces en desventaja, nunca le dejó a Sarmiento el camino fácil. Sin poder desplegar un “jogo bonito”, cada vez que tenía la pelota demostraba que podía lastimar. Nunca le cedió el protagonismo al local, porque Ferro también quería ser protagonista. De nada le servía especular, ni una derrota digna entraba en los planes.
La jugada del empate definitivo, fue una muestra cabal de ello. Adelantamiento de Gabriel Díaz hacia posición de cinco para tomar la directiva del ataque, convertirse en eje de una triangulación que comenzó con Gómez y terminaría en los pies de Busse para enviar un mortífero centro atrás que el otro Díaz, Enzo el goleador de Lobería, convirtiera tal vez uno de los goles más gritados del año.
Pero por los hinchas, porque como dije, de nada servía especular. Los jugadores resignaron el merecido festejo de un golazo, para rescatar el balón adosado que yacía en la red y correr hacia mitad de cancha porque aún quedaba arena en el reloj para dar vuelta el resultado. Si la derrota digna no cabía en la Actitud Cordon, conformarse con una igualdad tampoco. No importaba cuán complicado fuera el terreno ni estar frente a uno de los líderes del certamen.
La expulsión de Mariatti a diez minutos del final, obligó a Ferro a tomar un poquito más de cautela pero tampoco cayó en el desorden ni se colgó del travesaño y terminó festejando un premio a su entereza.
Ferro volvió a ser Ferro y a no regalar nada, a estar vivo y sin respirador artificial, a recuperar su integridad y ese sentir único que va más allá de los resultados, a tener orgullo por los once protagonistas que salen al ruedo a defender los colores.
No importará el desenlace de esta campaña, si termina coronada con el premio mayor o nos deja un sabor agridulce. Importa que el futuro llegó hace ocho semanas y pase lo que pase, este es el camino, la actitud, con el “Gordo” Cordon levantando las banderas de la mística verdolaga, a matar o morir.
