Lo único que quiero….

Culminó un torneo más, dónde el inicio fue prometedor teniendo en el haber una campaña en la cuál Ferro protagonizó dentro de los roles principales y estuvo a varios pasos de lograr el tan ansiado ascenso.

Un torneo dónde se mantuvo la columna vertebral que Marcelo Broggi esculpió durante un proceso con altibajos pero que finalmente acabaría con más alegrías que tristezas.
La elección de Walter Perazzo como el sucesor del ahora DT de Quilmes venía supuestamente a realzar los aspectos más positivos y agregarle una dinámica de carácter más ofensiva al conjunto verdolaga.
Las primeras fechas de otro torneo catalogado de “transición” por la Asociación del Fútbol Argentino, dónde en una sola ronda se definiría apenas una promoción a la élite del deporte más popular de nuestro país, fueron alentadoras.
Pero de manera abrupta el volumen de juego iría mermando junto a las condiciones físicas de la plantilla. En una temporada que no permitía la chance de soportar lesiones y rendimientos individuales pobrísimos, Ferro se sumergió en una nebulosa de la que no pudo recuperarse. No había ni un estilo ni una coherencia dentro del campo de juego, todo esto reflejado en la sequía de triunfos.
El alejamiento de Perazzo de la conducción se concretó cuando las chances de volver a colarse en los primeros puestos sobrepasaba lo utópico. Ya no había tiempo de revertir todo lo malo que el ex-delantero de San Lorenzo había diseminado.
Una vez designado el histórico Jorge Cordon como entrenador interino, lo máximo a que se aspiraba era a no seguir relegando puntos que nos hicieran bajar en los promedios o quedar fuera de la clasificación a la próxima Copa Argentina.
Pero el alma del equipo ya estaba destruída, con lesionados, engripados crónicos, y la necesidad de recurrir inexorablemente a la cantera de Caballito para cubrir puestos estratégicos. 
Otra vez sufriendo los apuros que precisamente no suelen conducir a resultados inmediatos. 
De cierta planificación anunciada con bombos y platillos desembocamos a una situación caótica de no saber cuál sería la formación titular cada jornada.
Del “mantendremos un proyecto” dejamos salir por la puerta de servicio a quién hizo resurgir la mística. 
De una primavera en la que soñamos que “ibamos a volver”, nos congeló ese invierno del “nos quedamos otra vez” jugando a la ruleta de técnicos variopintos en calidad y formas.
Ya sin penas (nos cuesta llorar de tanta resignación) ni glorias (siquiera ínfimas como clasificar a la Copa Argentina) bajamos la cuesta por Avenida Avellaneda, juntando fuerzas para no desesperanzarnos y rompernos las gargantas al unísono de ese mantra que nos mancomuna sin distinción de raza, credo, sexo y edad: “Lo único que quiero es ver al Verde Campeón, ver al Verde en Primera”.

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