Ferro se hace fuerte en Caballito de cara a la recta final del torneo. Con dos goles del “Pupi” Salmerón, venció a un difícil conjunto de All Boys, al cuál nunca pudimos vencer en los partidos disputados por el Nacional B. El próximo viernes frente a Douglas Haig, que se viene arrimando, habrá otro exámen vital para seguir manteniendo una posición holgada en la vanguardia de la tabla de posiciones.
Catalogar el peleadísimo encuentro que mantuvieron Ferro y All Boys en cuestiones precisamente futbolísticas, decisiones técnicas o rendimientos, no alcanzaría para describir lo que realmente significó este nuevo triunfo del verdolaga.
Este partido se explica desde tres estadíos emotivos fundamentales: la euforia inicial del verdolaga cuando se ponía en ventaja, la desorientación que significó el empate de la visita y el delirio que transformó a Caballito en una celebración de esas que gritás a los cuatro vientos ¡¡¡ La puta que vale la pena estar vivo !!!
En primera instancia, la apertura del marcador por parte de Salmerón cuando iban 13 minutos de juego y ninguno de los dos equipos había hecho demasiados méritos generó un halo de tranquilidad bastante peligroso para Ferro. Le fue cediendo el dominio de las acciones al conjunto de Floresta, que con toques rápidos y una idea bien clara de sus pretensiones pondría la cuota de suspenso en un tarde que parecía estar hecha a la medida del Verde. Y poco a poco se fue complicando.
Al no tener bien precisos a Vernetti ni Bazán en la dinámica de ataque, Ferro dejaba bastante desconectado a Vizcarra que no lograba encender su chispa en la faz individual. Mientras que el “Pupi” se sometía a ejercer la típica tarea de obstrucción en las salidas del rival y a mostrarse como referencia neta a la hora de los pelotazos y centros mal dirigidos de los que abusaron los dirigidos por Broggi.
La igualdad del Albo que llegó con el cabezazo del marcador central González sobre el final del primer tiempo, fue un principio de incendio que no se supo detectar a tiempo. La ida al descanso estuvo cargada de incertudimbres, pero con cierta tranquilidad que nos vienen dejando estos muchachos que a aunque veces la brújula este desvencijada, existe un amor propio suficiente para que la historia termine en el terreno deseado.
La segunda etapa requería que en Ferro los actores con las capacidades particulares para intentar el desequilibrio, salieran en su mejor expresión. Los minutos pasaron pero el verdolaga se mantenía enmarañado en la propuesta que le ofrecían desde Floresta, que en la imágen proyectada parecía merecer un poco más. Pero no mucho, a pesar que Limousin asumía su habitual tarea de ahogar gritos ajenos.
Promediando el complemento, Broggi no tardó en darse cuenta de que necesitaba inyectar algunas variantes para que el partido no se pierda por carriles que no fueran aquellos que conduzcan hacia la victoria.
Los cambios cantados de Gómez por Vizcarra y Coll por Bazán, le dieron un poquito más de vértigo al ataque verdolaga y los once del “Pepe” Romero dejaron a un lado su acecho, envalentonados por un local que se mantuvo hasta los cambios, bastante impreciso y dormido. Comenzaron a tomar más recaudos, fueron ensuciando el partido y se limitaron a contragolpear aisladamente para dar el batacazo.
Ferro se mantenía ordenado y tejía una paciencia que el público no sabía bien como interpretar: ¿Se cuidaba el punto que servía, pero dejaba un sabor casi amargo? ¿O se iba a echar el resto para someter al rival en busca de un triunfo que brindara más alivio?
Cualquiera haya sido el interrogante, en lo que no vacilaron los hinchas fue en la entrega total de sus gargantas, empuñando como arma de guerra ese canto que exclama “Este año vamos a volver”. La enjundia y la confianza emanada desde la tribuna no tenía mucho que ver con el desarrollo de un partido que estaba demasiado empantanado, más cerca de que finalizara en esa momentánea igualdad que de otro resultado posible, a favor o en contra.
Pero el ensordecedor aliento y el pensamiento generalizado de los presentes que se podía ganar pese a todo, tuvieron su recompensa bien cerquita del final, cuando el brazo de Lamolina se extendía hacia el punto penal, luego de que interpretara que el balón diera en el brazo de González. La obligación del tiro desde los doce pasos enconmendado al altar del “Pupi”, nos sometia una nueva prueba de fuego del destino, en esa eterna lucha contra todas las mufas y desazones acumuladas en el infierno del ascenso.
La tarde soleada que parecía estar hecha a la medida de Oeste se materializó en el remate de Salmerón que puso el 2 a 1 y la locura total. Ferro se quedaba con los tres puntos y se hacía cargo de mantener intacta toda su esperanza. Mereciéndolo o no, el resultado fue lo más parecido a un acto de equilibrio kármico, tras más de una década soportando esa sentencia futbolera de “no poder ganar cuando hay que ganar”.
Será este año “el año”? Era el interrogante surgido entre los bocinazos y la algarabía que se desparramaban por la avenida Avellaneda. Y entre abrazos y festejos, asomaba la consulta cabalística; decía que Ferro había vencido por última vez al “Blanco y Negro” en diciembre de 2002, en el torneo que marcaría el ascenso del verdolaga de la Primera B Metropolitana al Nacional. En los enfrentamientos posteriores, nunca volvimos a ganarles, y encima nos usarían en reiteradas ocasiones como inflador anímico para cortar rachas y hasta encaramarse hacia la Primera División. La consulta también hablaba que esa última victoria, lograda en condición de visitante por 3 a 1, había tenido su corolario con otro gol de penal (en aquel caso el ejecutor fue Maxi Velazquez).
Será este año “el año”? Nos seguiamos preguntando mientras se acumulaban más datos y estadísticas. Pero lamentablemente la respuesta todavía es apresurada. Aunque sigamos percibiendo que los chakras y planetas parecen estar alineándose para que así sea.