Pero lejos de hundirse en el caos el verdolaga continuó buscando la forma de ponerse en partido nuevamente sin recurrir a la desesperación. Decidido pero fallando al definir, Los Andes intentaba liquidar el trámite contragolpeando, transformando todo en en un ida y vuelta dónde el destino podía torcerse para cualquier bando, pero que no generó demasiada inquietud para los guardametas.
Corrían 33 minutos, el cronómetro apremiaba y el empate se hacía desear. Ahí fue cuando desde un saque lateral desde la izquierda enviado por Benavídez desembocó en el área chica directamente al hombro del “Pupi” Salmerón mientras intentaba escaparse de la marca de Noriega y García, dejando atónito a Gagliardo y devolviéndole las esperanzas al Oeste.
Esperanzas que cinco minutos después quedarían en stand-by. Loréfice, libre, se asomó a las puertas de la medialuna y con un disparo ayudado por un roce en Achucarro dejó sin respuestas a Albil que sólo pudo atinar a cruzarse de brazos y lamentarse.
El 3-2 parecía letal. Otra vez a intentar remontar el resultado y a menos de 8 minutos de alcanzar el tiempo reglamentario. Ya con Vizcarra, Bazán y Aragón en cancha que reemplazaron a Gómez, Aquino y Vernetti respectivamente, Ferro ponía toda la carne al asador mientras que el rival hacía todo lo posible para enfriar las acciones. Por intermedio de la pelota parada se generaban las mejores ocasiones para lograr la igualdad.
Lo tuvo Aragón desde un tiro libre ejecutado desde la izquierda y luego de la salvada de Gagliardo, Benavídez probó desde afuera del área con un remate que se fue apenas desviado.
En ese interín también pudo liquidarlo Gu
tiérrez para el once de Lomas que no supo resolver ante un ya vencido Albil.
En los últimos segundos del descuento y con todos los recursos casi agotados un nuevo saque lateral se convirtió en la vía por la que podía llegar el gol. Y ahí apareció la cabeza de Frontini para conectar el envío y sellar el merecidísimo 3 a 3. Delirio total en el banco y en la platea donde un puñado de hinchas no podían creer la gesta a la que estaban asistiendo, en una jornada a la que lamentablemente no pudo asistir ninguna de las parcialidades.
El Dale OE, Dale OE no sólo comenzó a repiquetear en Sarandí, sino en las oficinas, los comercios, los hogares, los taxis o colectivos de la ciudad y todo el país dónde se conmoviera un corazón verdolaga. Sí, los corazones verdes se abrazaron a la TV, pegaron bocinazos en cientos de esquinas de la ciudad cuando desde la radio del auto se relataba una batalla épica, derramaron tazas de café o jarras de cerveza en el bar de ocasión ¿Quienes gritaban desaforados a las cinco de la tarde un miércoles laboral como si de una final del mundo se tratase? Sí, nosotros. Los abanderados del sufrimiento.
Festejábamos, mientras en el viaducto el sueño era fundirse en un abrazo, mientras el Jefe desde su escritorio nos miraba de reojo y no entendía que a Ferro le quedaba una vida. Una vida que debíamos conservarla desde los doce pasos. Allí los elegidos por Broggi para las ejecuciones correspondientes no fallaron y sí el milrayitas en dos oportunidades, primero por los guantes de Albil que se reivindicó tras una tarde que lo vió complicado y aturdido, luego por el tiro exacerbado de Lórefice que se fue por encima del travesaño.
La imágen del final, con la eterna ejecución de Aragón tras una carrera larga y llena de suspenso que permitió el pase a octavos fue el desahogo y el premio para un plantel que hace unos meses había perdido completamente el rumbo y ahora se encuentra en la pelea por ascender a Primera y tratando de llegar lo más lejos posible en la Copa. El mismo plantel que sabe que de ahora en más tiene la responsabilidad de mantener encarrilado el tren de la ilusión. Y no queremos que se detenga.