Todo indicaba que Ferro se llevaba los 3 puntos a Caballito. Aún sin haber hecho del todo bien los deberes, conseguía una victoria importantísima para prenderse más arriba en las posiciones. Pero seguimos siendo un tango que le esquiva al final el final feliz. Esta vez se debió a la quisquillosidad de Giannini que ya había dado cuenta durante todo el cotejo que un simple roce podía ser considerada una falta grave sumada a la poca solvencia de los dirigidos por Broggi para asegurar el resultado. Dicha combinación borró en el último suspiro de la tarde esa alegría que rebosaba en nuestro corazón verdolaga.
El primer tiempo mostró lo mejor y lo peor de Ferro; la pericia de Salmerón para definir con fortaleza y seguridad el penal que abrió el marcador y la tendencia de cuidar la pelota y darle rodaje por los carriles más aptos dónde transitan Bazán, Vernetti y Gómez. Pero el empate llegado pocos minutos después, también de tiro penal y ejecutado formidablemente por Bottino, desequilibró un poco la concentración y no se supo aprovechar el hombre de más gracias a la temprana expulsión de Rivadero.
Las graves dudas para generar peligro en el área de Brown con esa ventaja númerica, hizo que el empate se transformara en un resultado justo aunque el verde hiciera todo el gasto físico. Porque el táctico flaqueó y dejó la deuda pendiente para el complemento. Bazán nunca llegó a tomar las riendas y en vez de encarar, se desprendía rápidamente del balón, generando solamente algún que otro intento espasmódico que finalizaba en el rechazo de la última línea rival o las manos de Burrai.
Gómez no fue de lo más incisivo y pocas veces intervino dónde sabe que puede lastimar. Carente de la profundidad para buscar los pies o la cabeza de Salmerón (que a pesar de las dificultades tuvo un par de chances), la debilidad que mostró en los metros finales facilitó la tarea defensiva del local que parecía no sufrir ese jugador menos.
La pelota empezó a dormir más en los pies de Mozzo o Aquino y no tanto de Vernetti, Mazur corajeaba y se lanzaba por la izquierda, iba al frente pero con decisiones apuradas e imprecisas que no llegaban a un destino concreto. Todo muy fácil para un Brown que en dos contragolpes amenazó con terminar la primer etapa que comenzó soñada en una pesadilla.
Para la segunda mitad se esperaba un reacomodamiento de las ideas por parte de Broggi, a quién no se lo vió muy satisfecho a juzgar por el rostro que emergía desde el banco de suplentes. Porque actitud sigue sin faltarle a este equipo, pero futbolísticamente estaba atravesando un crisis interpretativa. Se asumía protagonista porque manejaba la pelota pero no terminaba de convencerse que podía lograr volver a ponerse arriba en el marcador a través de medios más nítidos que centros a la olla o pelotazos frontales inconclusos. Ferro sabía que podía generar una mejor propuesta, pero estaba obstinado en generar fuego frotando dos palitos húmedos a pesar de que en la mochila cargaba con mejores herramientas de ignición.
Dependía demasiado de algún momento iluminado de Bazán, que tuvo una oportunidad inmejorable cuando encaró, penetró y enganchó en el área presto a romper el arco…pero su disparo no tuvo la altura necesaria y fue directo a los puños de Burrai que disiparon el peligro. Y dependía también de algún embate de Gómez que también pudo haber convertido pero el travesaño le dijo no.
En ese interregno del juego Broggi decidió volcar al campo de juego a Israel Coll en reemplazo de Aquino que no tuvo una buena tarde ni en la tarea de contención acompañando a Mozzo ni acoplándose a la ofensiva. El “Tati” tardó algunos minutos en encontrar su lugar dentro de la nebulosa de ansiedad a la que se había sumergido el verde. Pero cuando tomó la suficiente confianza para tomar protagonismo asumió el compromiso y comenzó a insinuar que en sus pies podía estar la llave que abriera las puertas de la victoria. Y así fue. Conectó con el intermitente Bazán en mitad de cancha, quién le dió el pase para que tomara una carrera limpia desde el círculo central y desde 30 metros clavara un golazo a menos de 10 minutos de llegar al tiempo reglamentario.
Festejaba Ferro, y vibraba Caballito a la distancia en un desahogo que borró por unos instantes la floja tarea futbolística. Era triunfo y lo que la lógica exigía. Pero así como el 1-0 duró lo que tarda un viaje en subte desde Acoyte a Primera Junta, el 2 a 1 fue historia cuando Bottino volvió al punto del penal en el último de los 4 minutos adicionados. Albil no se convirtió en héroe, ninguno de los palos ayudó, Bottino no vaciló y decretó un empate que nos dejó un sabor más amargo que tomar fernet puro en Liniers.
Dolió casi como una derrota y nos dejó cierta pena que sólo puede ser aliviada el próximo sábado con un triunfo frente a Instituto. Los errores fueron más que evidentes y cuatro fechas ya sumaron suficientes pruebas para saber sobre que trabajar en la semana. Y también para notar que existen muchas virtudes por pulir y en un torneo larguísimo como el corriente hay cierto tiempo para madurarlas, pero tampoco brinda demasiado márgen de error con la doble exigencia: la del hincha por ascender y la primordial del cuerpo técnico de sumar sobre todas las cosas para estar más oxigenado con la tabla de promedios.
En ambos casos solo hay una vía que te posibilita estar bien con Dios y con el Diablo: GANAR. Y cuánto más avanzado el torneo se presente, más necesidad de ello habrá. Mientras tanto, todavía confiamos y esperamos.